Nació un simple día de otoño,
un simple año, común en el tiempo;
pero el sufrir y los quebrantos
le marcaron la frente para siempre.
Los ojos se volvieron, día tras día,
tristes y acostumbrados a mirar despacio;
temiendo agotar con sus miradas
la esperanza que guardaba en su memoria.
Nació en cualquier mes, en cualquier año,
pero nació en la hierba y no entre sedas.
Y tirado entre paja, entre sangre,
lo encuentra la mañana
de un día cualquiera, de cualquier año.
Jorge Mario Quintana Silveria
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