
Siempre fui el marimbero, el boxeador,
el titiritero, el mendigo.
Nunca supe la línea perfecta entre la razón y la duda.
Pecados cometí en la soledad de mi sangre.
Crímenes contra la sombra, gritos sobre el aire.
Siempre fui el equilibrista hasta que me dí de culo contra el suelo.
No pude subir a tiempo al espectáculo. Me cesaron.
Desde entonces escribo con palabras sucias,
contaminadas de cantina, de sombras,
de madrugadas abandonadas en el quicio de alguna iglesia solitaria.
Siempre fui eso que me tocaba ser : el equilibrista
temblando ante la cuerda,
el domador adentro de las fauces.
Estuve en la escuela y nunca aprendí nada,
cuando no fuera el color de las montañas,
el nombre exacto de esos ríos que no veré nunca.
Se acabó la fiesta.
Y sigo golpeando a la piñata, los ojos vendados,
alentado sólo por el gozo de algunos amigos imprevistos.
Alfonso Chase
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