Un día de estos mis tetas terminaran suicidadas ante la falta de actividad, de manos que las recorran y las pongan felices.
Contigo mis tetas eran las más divertidas, se contaban chistes sobre la vida y se la pasaban contoneando su talla 36-b. Claro es que tú eras un caballero con ellas, las tratabas con suavidad y con dulzura, para luego meterles la mano bajo la blusa y darles la cachondeada de su vida. Ellas recuerdan con nostalgia esos días.
Ante la falta de experiencia, mis tetas lo cubrían con mucha disposición, nunca dijeron que no a nada y se las pasaban de fiesta en fiesta al descubierto para que todo mundo las conociera.
Hoy ya no son las mismas, se creyeron el cuento de que menos es mejor y han quedado muy desmejoradas las pobres. No tienen a nadie a quien presumirle sus costosos vestidos y su notable dureza. Siguen ahí, a la espera.
Mis tetas como yo se han vuelto fresas, necesitadas de poder y de cosas presumibles. Han perdido la espontaneidad y se cotizan demasiado, supongo que se están haciendo viejas como yo y no saben qué hacer al respecto.
Debo tener una plática seria con ellas y ponernos a planear algo al respecto, de todas formas no hay cómo vencer la gravedad…
Gatusa
Vía: de gatos y otros viajes alados
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